lunes, 26 de junio de 2017


¡Cállate tú pijo!
De todos es conocido que después de una buena tormenta, viene la calma. La atmósfera está más limpia, hay menos contaminación y parece que podemos respirar mejor, pisando las calles al amanecer da la impresión de estrenar una vez más el planeta.
Pero todo preludio de tormenta es amenazante, oscurece el día hasta romperlo con violencia de rayos y truenos, el siniestro efecto piromusical acompaña la intensidad creciente del goteo inicial, hasta la caída de agua torrencial. En muchos ámbitos de la vida humana sucede igual que en los fenómenos naturales y como pasa con ellos, de nada sirve empeñarse en contenerlos o cambiarlos, no conozco a nadie que haya conseguido parar las olas con la palma de las manos en la orilla del Mar.

Y aquí, en la Región de Murcia lleva mucho tiempo sin caer una buena tormenta que limpie la atmósfera política. Existe una necesidad real de cambio, un cambio que va más allá de ideologías, es un problema de formas, de honestidad, de cumplir con la palabra dada ante el conjunto de la ciudadanía, que, al fin y al cabo, es quien ha depositado la confianza en las urnas.
Ciegos, empeñados en luchas y acusaciones mutuas entre diversas formaciones, en el interior de ellas los dirigentes repimpolleros, con el sentido común almidonado, se enrocan siempre en las peor de las soluciones, el ciudadano sin carné político en el bolsillo está deseando ver un gesto honesto, un paso atrás, un paso valiente, que le empuje y le reconduzca a la senda perdida en la credibilidad de la clase política.
De vergüenza ajena fue ver resistirse al anterior presidente de la Región con rocambolescos juegos de palabras, jergas y vericuetos judiciales imposibles de tragar por la población sin adscripción. Aguantó estoico, sin sonrojarse siquiera, amarrado al cortijo Popular y jaleado por los acólitos, #todosconpedroantonio decían, todos hasta nueva orden.
Y nadie descompasaba un pie, todos a una bailan Paquito el Chocolatero en la verbena Popular murciana. Bueno, todos no, algún honroso per escaso cargo público, se manifestó en contra siguiendo la coherencia y honradez que debiera facultar a todos independientemente de ideologías y partidos, El baile acabo más allá de la madrugada, acabó cuando llego de Madrid a la estación del Carmen el jefe Maíllo, desconecto los altavoces, cerró la barra de zurra y lo dimitió.
Ahí ya no pudo hacer nada para seguir aferrándose al cargo, ya se sabe que los hooligans tan pronto te promueven un hashtag a favor, como que en pocos minutos por la red obedientes lanzan #nadieconpedroantonio
Esa mañana aún con la resaca del espectáculo dado a nivel nacional, el manido guion marcaba vender responsabilidad. Para los dirigentes del Cortijo siempre lo primero es la Región y los murcianos, ¿Alguien lo duda?
El escenario de la guillotina capitalina se decoró entre una infinidad de sonrisas e ingentes gestos de cariño por el trio de la foto final, aparecían maquillados en ella: El que dimiten (sigue de diputado y presidente provincial), el que los dimite, y el zagal aventajado en fidelidad sometida al sofista dimitido, un chaval preparado entre algodones, acostumbrado a saltar con red, y aficionado a los deportes marinos siempre emperifollado y dotado de una visión privilegiada para los análisis marinos.
Y es que, a pesar de faltarle aún un par de hervores políticos, ya encabeza el Gobierno Regional, pero con el aliento en la nuca del dimitido sentado tres filas detrás de él en la Asamblea, hay que controlarlo ya que hay muchos intereses en la clase política dominante, tantos como miedos en los más pudientes por no dejar de ser tan bien atendidos.
Y así éxito tras éxito, embebidos en ciega endogamia hasta la derrota final. Como dijo hace escasas horas Lourdes a su marido viendo caer el ficus centenario ¡Cállate tú, pijo! Los arboles tienen muchas más raíces que ramas y si no se riegan, por grandes que sean ellas y el tronco que las sustenta acaban cayendo al suelo.
Jordi Rosiñol Lorenzo.

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